miércoles, 25 de marzo de 2009

DESCONOCIDO Nº 1

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DESCONICIDO Nº 1

Mostración.

Míreme, dice, no le resultará complicado, la misma historia de siempre, nada cambiará el que alce la mirada; en el fondo, no dejará de mirarse a sí mismo. No estoy en frente suyo, en verdad no le recrimino. Allá persiste el mismo silencio de siempre y no han dejado de vernos como a un espejo; total, estamos encima de tanto sólido, no hay un solo instante de vacío que pueda servirnos para algún intento; quizás, si estuviéramos de pie por un momento, podríamos saber si hay un abismo bajo nosotros, imagínelo… De nada serviría, sólo la misma obsesión en la que no alcanza a traspasar el cuerpo.
¿Está sangrando? ¿Es sangre eso? Valdría la pena, pero sólo es sudor; además, la pena no cuesta, lo supe hace un rato, no hablaría de eso, dije, sin embargo hace calor y no hay forma de evadir el sacrificio aunque… todavía quedara por definir, ¿Usted cree?, dice, suspira.
Sacrificio, ese es uno de los rumores, que no se está aquí, lejos de ellos, sentado como una roca, si no fuera por esa búsqueda. Preocupante, dice, preocupante ese verbo. ¿Buscar. Lejos. Estar? En verdad os digo que no son la misma cosa. Estar, digo.
La mujer que está allá, tras el árbol, oculta más allá de su mirada desde donde me mira, tiene dos hijos, han estado juntos los tres, aquí, en frente; sólo una vez los acompañó su padre que permaneció sin mirarme todo el tiempo… desapareció días después llevándose su progenie. Sólo ella me mira, aquí, detenido, sólo ella como ninguno sobre lo sólido, sabe de mí; necesita saberlo, peo ya no puede más que mirarme, está ciega. Un vacío dijiste [ayer] mientras dormía, un vacío bajo nosotros, un vacío que nos permita un intento, un abismo bajo nuestros cuerpos erguidos… si pudieras caminar en su mirada


Phármakon.

Las sobras del veneno te han hecho sentir, mártir, que la temperatura no existe. Nos dirás cómo es eso; qué puedes pensar de las cosas cuando no arrastran ya ninguna estación íntima y el recuerdo tiene un vacío que se llena de sí mismo. Nos dirás, mártir, dónde ponemos el sueño que creímos cálido, uterino. Dinos cómo pudieron creer en el amor los siglos, y morir o enloquecer creyendo. Cómo mueren los grados, mártir, se queman o perecen ahogados de trágico frío.

***

Abajo. El silencio. Ciego por fin de todo lo aparecido. Oculta la verdad y muda la palabra. Se entierra. Debajo. Los ojos olvidados en su útil miseria. Libre silueta de tanta forma, ya absurda de su propia luz cerrada.

***

¿No es volar lo que adivinas? Has dejado un instante de fragmentos y ganas, y ahora te admites total e inmóvil… Apenas has logrado, es tu voz lo único… ¿Qué escuchas? Dite cómo has, otra vez, de provocarlo desde tu inmensa soledad ignara y eficiente.

***

No se recuerda la sombra
No puede hacerlo el silencio
El tiempo, a penas y alcanza

A recordarse recuerdo
El hombre haciéndose sombra

Dejándose ser silencio
Recuerda que se ha olvidado
Que es olvido del recuerdo.



Libración.

Lo que podría ser, lo que sería si no hubiésemos tenido razón suya, y una ignara profecía nos arrastrase a pensar que tirarse y dejarse caer se corresponden. Usted es el gesto que regresa antes del signo.
Lo que podría ser, lo que sería si no hubiésemos cerrado tanta distancia para verle donde siempre ha estado, y poder conocer, al fin, en su silencio, lo que tenía la sospecha y la espera y la pregunta.


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